Daniel Innerarity, catedrático de Filosofía Política, investigador Ikerbasque en la Universidad del País Vasco y miembro del Consejo Asesor de +Democracia ha publicado en El Correo una excelente reflexión sobre los cambios acontecidos en el contexto político durante los últimos meses.
Cada vez tenemos más la sensación de que en política cualquier cosa puede suceder, de que lo improbable y lo previsible ya no lo son tanto. Este tipo de sorpresas no serían tan dolorosas si no fuera porque ponen de manifiesto que no tenemos ningún control sobre el mundo, ni en términos de anticipación teórica ni en lo que se refiere a su configuración práctica.
Desde el Brexit hasta Trump, el 2016 fue un mal año para las previsiones. La mayoría de los expertos apostaban que la mayoría de los británicos votaría por la permanencia, que un candidato como Trump no sobreviviría a las primarias, que el populismo y la extrema derecha habían alcanzado su techo. El resultado es bien conocido: se impuso el Brexit, ganó Trump, Renzi perdió un importante referéndum constitucional (diseñado, como todos, para ganar), los austríacos estuvieron a punto de elegir a un presidente de extrema derecha, cuya versión alemana alcanzaba el catorce por ciento en las elecciones regionales. Hay otros ejemplos de democracias cada vez más frágiles, incluso dentro de la Unión Europea, como Hungría y Polonia, al tiempo que aumenta la relevancia geopolítica de la Rusia de Putin.
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